Donde nadie existe
Reflexioné
y analicé que era preferible alejarme cuanto antes
Ya
nada podía solventarse, por lo tanto, marcharse es el mal necesario
Distanciarme
lo más lejos posible, lo más separado de la afliges
Ir
a un lugar donde sea pacífico y solitario, encerrarme creyendo que podré
vivir allí hasta que el universo
desaparezca
Como
era de esperarse, mi partida no fue la sensación, ni mucho menos la
preocupación
Como
era de esperarse, ni la persona que decía dar la vida por mí se inmutó por
encontrarme
Mi
desaparición no hizo revuelo donde habitaba, llevándome a la conclusión que
solo era una sombra que estorbaba
Mi
mutis, a mi parecer, fue de gran placer, porque ni el animal que alimentaba se
percató de la ausencia de su amo
Es
inútil que resuelva o consuela mi suplicio con el llanto, si los demás no lo
hacen, no gastaré energía en ellos
Es
inútil dar una señal de vida aunque sea mínima, si ellos mismos dentro de sí
anhelaban que fuera de mentira
Por
un momento inocentemente estimé, que algún ser a mí alrededor me apreciaba, o
quizás notaba mi presencia, pero ni por error me dirigían la palabra
Por
un momento consolidé en mi mortecino corazón, que habría otro añorando el mío,
sin embargo, cualquier fantasía se alojaba en los cuentos de hadas
Pasado
un tiempo prolongado, sorpresivamente se enteraron de mí retirada, y como
buenos hipócritas, manifestaron signos de pesadez y nostalgia
Escudriñaron
como supuestos detectives, indagando por sobre cualquier indicio de mi
alejamiento, y hallaron que solo mi cuerpo yacía en el fondo del más gélido río
Alaridos
de lamento resonaban por aquí y por allá, vulgaridades invadían el entorno, la
impotencia imperaba por sobre todos, y las preguntas “qué le pasó, por qué se
fue, qué hicimos mal”, carecían de respuestas
El
color negro reinaba en los dolidos como lo hace un arcoíris después de la
lluvia; el luto se convirtió en el mejor amigo, y los rezos por mi perdida no
paraban de sonar
Desde
el cielo, desde lo que sería algo más allá, algo omnipresente, mi alma paseaba
tranquilamente, apreciando como todos abajo vivían como perros sin amos en una
situación deplorable
Algunos
recuerdos valen la pena salvar, y eran aquellas circunstancias donde sumido en
mi aislamiento y desamparo, era dueño de mi mundo y creador de mis reglas
Muy
poco comulgué con personas del sexo opuesto, y con quien lo hice, fue mejor
olvidarla, su antepasado le hacía acreedora de mujer de todos
Y
a pesar de que mi ida fue una conmoción, dejé una carta diciendo lo siguiente: “sé
que este papel servirá luego como papel de reciclaje o para las necesidades de
la mascota. Partiré a donde nadie existe. Si desean encontrarme, solo la muerte
les dirá dónde estoy”.
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