El Omnipresente Sistema
Recorrer las calles, apreciar una
cultura distinta cada cuadra, gente de cualquier clase que se correlaciona para
un mismo fin. El sistema atrapa hasta el más civilizado. No toma en cuenta los
principios, sino las necesidades que en el individuo acarrea.
El sistema de la vida no deja a
nadie a salvo, para él todos son de la misma calaña. Todo producto de la misma
idea que cada quien se propone al comenzar el día: completar las metas sin
importar los medios para lograrlas.
Ver como cada ser humano deja su
hogar, bien sea una casa de quien sabes cuántos metros cuadrados, o un espacio
que solo la persona quien la habita le parece acogedora. Sale a patear la calle
a buscar el sustento que lo mantendrá vivo por un tiempo prolongado, y no puede
pensar en si mismo, otras personas vinculadas ansían su llegada al finalizar la
jornada.
En el sistema la envergadura del género
es solo para los retrógrados. Tanto hombre como mujer comparten lo estipulado
ya por la vida: animales que luchan por escalar cada puesto con mayor
lucratividad, regirse por las leyes que los encaminan y sobreponerse por sobre
quien contemplen como insignificante.
Es congruente pensar que el ser humano
pueda equivocarse cuántas veces le parezca, sobretodo si que lo que hace es
contraproducente a la racionalidad, pero es lógico pensar que el sistema invade
su mente y como un titiritero lo maneja a su antojo, lo conduce por la senda
mecanizada, por el camino sistemático que al más mínimo error, todo colisiona.
Para el sistema todo ya está
organizado, planea detenidamente las tareas que las personas inexorablemente
deben cumplir. Crea estrategias para su propio beneficio, poniendo como objeto
de prueba a la sociedad sumergida en la inocencia. La misericordia es solo un
pensamiento para los débiles. La meritocracia se convierte en la dimensión
desconocida, y solo el nepotismo es el credo que muchos practican.
Rara vez, uno entre un millón,
desconoce la razón principal del sistema, y siente que sus actos son totalmente
autónomos, que ninguna imposición es buena, ni la doble moral apta para la
salud. Traza su propio camino, se
comunica por el medio más leal, y escucha la verdad de la comunicación
oprimida. Su tolda política es la rebeldía, hace uso de cualquier herramienta
que le sirva para convencer de que el sistema siembre la demagogia, y que
existe algo llamado Libre Albedrío.
Pero cualquier rastro de libertad
que perciba el sistema, inmediatamente lo ataca sin piedad, utiliza todos los
recursos que de manera arbitraria acogió, y silencia la voz justiciera que
regaló gotas de esperanza a los esclavizados. Irreverente y despótico, vil como
cualquier dictador, el sistema condena por el tiempo que le provoque al que
piense que pueda sublevarse a sus ideales.
Revertir el proceso que se ha estandarizado
desde que los imperios gobernaban, sería un trabajo que costaría la vida de
miles, y pasarían generaciones hasta aceptar que la transformación está dando
frutos. El sistema aunque sea omnipresente, se hace sentir en cada persona, en
cada pueblo que implora ver la luz, pero que tampoco se unen para alcanzar la ávida
victoria. El sistema no está para todos, pero todos están él.
Comentarios
Publicar un comentario