Corazón para uno y amor para muchos
Comienza el día como cualquier otro, acudiendo
a su lugar de trabajo, llamado El Club de los Desesperados
En este caso el horario no es de oficina; en
cambio, es en la noche cuando se empieza a laborar
Llega saludando a sus compañeras. Unas arriban
más temprano; otras, se hacen esperar
Guarda sus pertenencias en el locker número 4,
y saca del mismo su usual vestuario
Se maquilla y viste quedando como una muñeca.
Sale a la sala principal en busca de su próximo cliente
Usando un top, un pantalón pegadito y unos
tacones de 15cm, desfila a través de la
sala enseñando sus codiciados atributos
No transcurrió mucho tiempo antes de que un
hombre ejecutivo, no mayor de 45, la abordara
Éste, sin ton ni son, sacó de su maletín una
paca de billetes verdes, ofreciéndolo a la mujer para que cumpla sus deseos
infructuosos
La dama encantada cogió la paca y con
determinación, agarró la mano del hombre y lo condujo a la más pronta
habitación
Como era de esperarse, el hombre sobrecargado
de ganas, no superó los 20 minutos de faena, llegando al clímax mas intenso que
la damisela le pudo ofrecer
Se sentía emocionada y llena de expectativas
por haber comenzado el día tan lucrativo
Y así continuo la noche: hombres y hombres
requiriendo sus servicios, y ella complaciéndolos de la manera más solidaria
En el espacio más oculto de su corazón, le
guardaba aprecio a un hombre que alguna vez la visitó a su trabajo, y la hizo
sentir lo que en verdad era: una mujer.
En ningún momento sintió intriga de la vida de
él, ya que el cliente es solo un sujeto más
Arrepentida de no conocerlo, pasaba noches en
vela en aquella cama postrada mientras otro cuerpo le exigía cooperación
Estaba consciente que a pesar de que su corazón
clamaba por alguien, su amor siempre era subastado al mejor postor
Resignada y sintiéndose inútil, como otro día
movido, las puertas se abrieron y ella en el regazo de un cualquiera, apareció
antes sus ojos el hombre por quien ella podía matar
Abrumada, no encontraba cómo deshacerse del
engendro, y veía como su hombre iba en búsqueda de una cualquiera
Una amiga que estaba al tanto de su
padecimiento, acudió en su ayuda y le quitó el tipo que la estaba estorbando
La mujer decidida aunque algo vacilante, se
acercó a su hombre que ya había entablado conversación con principiante
voluptuosa
La otra notó las intenciones de la desesperada,
por lo que inventó una pésima excusa y fue en busca de otro perverso hambriento
Apenada e hiperventilando, con un tono de voz
apenas audible, lo saludó extendiéndole la mano
El hombre confundido, no distinguía quién era
aquella dama, ya que todo estaba casi oscuro con un juego de luces inservibles
Preguntó suspicaz de quién se trataba, y ella a
sabiendas de su cambio de faceta, le contó con detalles el episodio que
vivieron
Rebobinando en todos los romances pasados,
recordó la aventura que tuvo con la dama
Feliz por no haber sido olvidada, lo abrazó y
le suplicó que le confesara su nombre
Conmocionado por el ímpetu que demostraba la
dama, las cuerdas vocales no le funcionaban para dar una pronta respuesta
Apenas pudo asimilar su desespero, con lástima
le contestó que no le puede revelar su nombre
La música y la algarabía quedaron en silencio
luego de que la dama sintiera un fuerte pinchazo en el corazón
Sus ojos no tardaron en aguarse, otra vez
respiraba con rudeza y con rodilla en tierra, le rogó a su hombre que le
explicara el por qué de su anonimato
El hombre la levantó y con sutileza la sentó en
uno de los muebles. Un vaso con agua buscó y le pidió que bebiera un poco para
calmar la agitación
La historia detrás comenzaba así: después de
haber jugueteado con la fulana, regresó a su hogar junto con sus pequeños, y la
esposa orgullosa de llevar su apellido, lo convenció de ir a la cama y revivir
momentos codiciosos. Pasaron unos días, y preocupado por su condición física,
acudió a un centro médico. A la mañana siguiente, fue a buscar los resultados y
el diagnóstico no fue el esperado. Odiándose, maldiciendo por haber pecado, y
desesperado de cómo decirle a su mujer que su cuerpo estaba inmunodeficiente. Y
no solo él padecía esa terrible afección, su mujer también estaba afectada
Luego de haber escuchado esa espeluznante
historia, la dama atónita preguntó por qué retornó al Club si ya el mal estaba
hecho
En vez de pedir agua, exigió un trago de ron
Santa Teresa 1796 a
las rocas, y de un sorbo, sintió como la exuberante bebida le quemaba el
gaznate
La dama exasperada por saber la verdad, le
propinó un golpe a la cara por llevarla a tal estado desmoralizante
El golpe no tuvo mayor efectividad, solo
acrecentó la culpabilidad, la que el hombre estaba a punto de contar
Llevándola a un lugar con más quietud, más el
trago de ron en la mano, le contaría el motivo de su regreso al club
A pesar de que la esposa como un demonio
enfurecido le reclamó a su supuesto hombre, no le quedó más remedio que aceptar
la circunstancia y seguir no tanto no por él, sino por quienes la ayudarían en el futuro
Acudieron a más doctores especialistas en la
materia, pero como premio de consolación, solo debían aguardar la llegada de la
hora final
Sin nada que perder, y con un inconmensurable
rencor por dentro, decidió regresar al antro y confrontar a la mujer que lo
contagió
Pero no precisamente pretendía intercambiar
unas palabras, su objetivo era acabar con la vida que lo había sentenciado
El pánico la asedió por completo; el miedo la
hizo languidecer, y el corazón súbitamente aumentó la velocidad
Ni un solo músculo le respondía para salir
volando de la habitación, y la voz no le era suficiente como para pedir auxilio
El hombre al notar el horror en la cara de la
dama, se detuvo por un momento si el homicidio era la mejor opción, y si la
dama siendo portadora del virus, merecía justicia
Temblando y llorando, la dama rogaba que su
vida no fuese quitada, y el hombre apabullado, no encontró el valor como para
sacar el arma y disparar sin piedad
Viéndose acorralado, salió como alma que lleva
el diablo, corriendo a toda marcha sin ver si alguien lo seguía
La dama alzo la cabeza y vio que el hombre
vengativo ya había partido
Pensó que su final pasaría dentro de aquel
mugroso club, pero la vida le concedió la salvación, aunque no la cura para su
mal
Analizando su condición, lo mejor que pudo
proponerse fue renunciar a lo que por tanto comulgó, y dedicarse a una
profesión moralmente aceptable. Juró no volver a recurrir a un hombre
desesperado, teniendo en mente un lema aseguir: solo hay corazón para uno, y un
solo amor para muchos.
Comentarios
Publicar un comentario