El ser casanova tiene su precio

Ser socialmente adaptado le dio la oportunidad de ser aceptado
Aprobado físicamente, aunque marginado de la mente, salió a conocer distintos especímenes
Qué tanto se había perdido pensaba; qué lo cegó de las maravillas que la vida tenía para ofrecerle
Una y otra, y no podía escoger. Bellezas sobrenaturales, cuerpos exóticos y caminares enloquecedores deleitaban sus ojos
Hasta que entró a una tasca antiquísima, de los años quién sabe cuándo, fue que interceptó una que sollozaba en la barra
Sin insinuaciones perversas, procedió a sentarse a un puesto de distancia, para analizarla si era la perfecta candidata
La timidez para él era cosa de cobardes, por lo que continúo con el paso decisivo: le ofreció a la dama el mismo trago y esta vez ser acompañada
Naturalmente, las bebidas arrojaron un cúmulo de felicidad satisfactoria, llevándolos a una cercanía comprometedora
Tanto fue la aproximación, que acordaron desahogar el apetito donde los humanos se comen de a poquito
Para él, espléndida noche sin retazos de remordimiento; para ella, un recuerdo amargo de su aflicción
No se podía dar el lujo de pensar en el dolor que acababa de agravar. Disfrutar era su meta principal
La autoestima sobrepasó los límites de lo pertinente, y se creía el matador de damiselas desesperadas
Prosiguió con su juego, sumergiéndose en la fantasía que lo arrastraba más y más a un egocentrismo sin salida
Los cercanos a él lo consideraban una persona nefelibata, alimentándose y enorgulleciéndose de ser un alivio transitorio de las inocentes
Su sed interminable y obsesión intratable, lo llevó a cortar amistades y ganarse la impopularidad que de pequeño siempre odio
Una noche, tan oscura como prometedora, se dio cita en la discoteca más recurrente por la sociedad
Apareció vestido con elegancia: una chaqueta de cuero que envolvía una camisa manga larga color vinotinto, un pantalón caqui azabache, y unos mocasines negros patente marca Gucci
Muchas mujeres lo atisbaban desde la pista de baile y la barra, y él, con vestigios de caballero, les guiñaba el ojo con picardía
Se aproximó a la barra y solicitó una cuba libre con un toque de amargo de angostura, para comenzar la noche
Trago tras trago, aviva su fuego matador, ensalzaba su prepotencia, extinguía su cordura, y la manía lo consumía
Al segundo vaso, extrañado de no haber aún honrado sus dotes de Don Juan, contempló que al final de barra se encontraba su primera víctima
Como la espera lo exasperaba, y sin hacerle caso a la prudencia, caminó decidido hacia la viuda
La hipocresía, característica innata de su personalidad, hizo que cada palabra que evocara, sonara lo más seductora posible para llevar una vez más a la víctima al catre
Hacia meses que estos dos seres que intercambiaron fluidos, por lo que volvían a ser completos desconocidos
Algo que no imaginaba el conquistador, era que las consecuencias de su acto, contribuyó a  que la voluntad de vivir a plenitud de ella socavara y no perdonar a quien quisiera perjudicarla
Pero como la tentación es la droga por excelencia, no previno que su vida prontamente se vería en peligro
Igual que la anterior velada, disfrutaron de las bebidas, retroalimentaron el apetito, compartieron risas ficticias y probaron que los besos son la mecha para un encuentro casual
El local estaba a punto de cerrar, el sudor y el licor inundaron la pista de baile, y los dos mártires continuaban conversando ajenos a la realidad
Se percataron que era momento de marcharse cuando las luces iluminaron el espacio, y la música que retumbó la noche al fin tuvo su momento se descanso
Él le comentó que no disponía de un automóvil; los taxis eran sus aliados. No extrañada por ello, lo invitó a subirse al carro que había heredado de su único y último hombre
El motor v8 que resonaba por toda la calle, pertenecía a un Dodge Charger del 70, carro que intimidaba solo con escucharlo
Arrancó como solo un piloto saber hacer, dejando la huella de los neumáticos en el pavimento, y dirigiéndose a alta velocidad por la autopista a la casa de playa que ella hacia uso en ocasiones especiales
Durante el trayecto, no esbozaron ni una palabra, el viaje a 140 kilómetros lo decía todo
Cuando arribaron, el conquistador se quedó atónito por las dimensiones de la casa, ni su apartamento alcanzaba a llenar una décima parte del recinto
Al entrar, los muebles, adornos, puertas, todo lo que comprendía la casa le encantaba, hasta la cama King size que ella le tenía preparada
Nada comienza con gran auge sin antes hacer un pequeño preámbulo, que incita a los promotores del sexo a querer entrelazar afinaciones
Luego de que la cama haya sido impregnada del erotismo más bárbaro, el conquistador enaltecido por su cometido, sentado en una silla playera al pie de la piscina, apreciaba como el alba saludaba a la tierra con un exquisito juego de colores, y el sonido del mar cortejando los oídos de los madrugadores
La perfección de tan lujosa vista llegaría a su fin, cuando nuestro amigo el casanova sentía como una daga recorría su cuello dejando al descubierto el interior de su faringe y la sangre brotando como un río desbordado desembocando en la piscina
Agitada, con una mirada profunda y vengativa, la criminal dejó caer el objeto asesino y procuró buscar en qué envolver al cadáver
Gracias a la constancia de ejercitar su cuerpo, no le fue dificultoso enrollar al difunto en una de las sábanas de seda color negra, y sujetarla bien con cinta tirro de plomo
Arrastró al muerto hasta un pequeño muelle donde se encontraba un yate, en el cual subió y comenzó a navegar alejándose lo más posible de la escena del crimen
Cuando estuvo lo suficientemente alejada, agarró al fallecido con fuerza y lo echó a las aguas más profundas del mar caribe
Las aguas estaban apacibles; las gaviotas haciendo un recorrido en busca de peces; el sol implacable como de costumbre, y el yate retornando hacia el recinto del homicidio
Al llegar, fue directamente a la piscina, dio unos saltos en el trampolín y como una profesional se zambulló
Salió a tomar una bocanada de aire, y con el cuerpo teñido de rojo, se quedó flotando con la vista hacia la estrella de fuego pensando en una sola cosa: ojalá el inminente sol dañe mis ojos y la ceguera los invada. No quiero ver otro engendro que quiera complacerme. Como le dije al que una vez me amó, “el ser casanova tiene su precio”. 

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