El papel como parte vital del comunicador y la sociedad

Desde los tiempo en que era inimaginable un mundo como hoy lo conocemos, el papel ha sido tan vital como la necesidad de tomar agua o comer, por el simple hecho de que a través de ese objeto tan útil podemos plasmar en el mensajes, informaciones, escritos importantes para quién o quiénes lo reciban. En la época actual, a pesar de que estamos invadidos por la supremacía de la tecnología, el papel sigue siendo un amigo confiable para millones de personas que disfrutan el placer de sentir en sus manos la sabiduría y conocimiento, y leer tranquilamente su lectura preferida, bien sea libros, periódicos, revistas, entre otros. Para esas personas un mundo sin el preciado papel, sería como perder una parte de la vida, y sentir un vacío deplorable. Muchos están de acuerdo que la facilidad que nos otorga la tecnología de leer cualquier texto en una tablet, smartphone, computadora hace que nuestra cotidianidad sea simple, sin embargo, el papel continua imponiéndose sobre herramientas que serían inútiles sin Internet o electricidad, 

En el ámbito periodístico, el papel ha formado parte de la vida tanto de la empresa que distribuye el periódico, como del periodista causante de plasmar la verdad en ese objeto frágil y amado. Para quién recibe gratamente en sus manos la realidad de la situación, se siente complementado dando gracias a esa persona encargada de llevar a todos los rincones los hechos de forma clara y veraz. Éste ciclo ha tenido vigencia sin expectaciones de caducidad, sin embargo, los medios digitales están abarcando más y más territorio en una sociedad no solamente con hambre de información, sino enviciada por tener lo último en tecnología, y querer explorar el mundo de las redes sociales sin límites, a lo que ha conllevado a los medios de comunicación social a integrarse y solventar la demanda que sus seguidores aquejan. En Venezuela, la mayoría de sus habitantes hacen uso de los nuevos canales para transmitir mensajes de forma inmediata, muchos de ellos ajenos a lo que es ir a un kiosko y comprar un periódicos; y los demás continúan la tradición de oler en la mañana ese particular aroma que emiten las hojas de periódico. Los que no son parte de la mayoría, puede considerarse la minoría (y esto que no tenga una connotación peyorativa), simplemente se sustentan lo que la televisión les ofrece.

Dentro de la mayoría, la cantidad de personas que aún compran periódicos, prácticamente son personas adultas, algunos llegando a la 3ra edad, o ya perteneciendo a ese rango, también es considerable el número de jóvenes que prefieren ensuciarse las manos de negro, sobre todo los amantes del deporte. Gracias a ellos ese hábito todavía siga vivo, y llena de satisfacción al periodista que con felicidad va su oficina y escribe con emoción la verdad que todos necesitan saber. 

Sin salirse de la idea principal, hay que adentrarse al contexto que padecen los venezolanos desde hace más de 16 años. El gobierno paulatinamente ha ido atacando a los MCS, y la arbitrariedad fue tan enfática, que desafortunadamente uno de esos medios con más de 50 años de trayectoria, específicamente audiovisual, se vio en la penosa necesidad de salir del aire para dejar entrar uno nuevo perteneciente al oficialismo, convirtiendo esto como uno de los peores momentos para la historia de Venezuela. Tiempo después muchas emisoras cerraron al ser molestia para en aquel entonces el difunto Chávez. Ahora las nuevas víctimas de la dictadura son los periódicos, los pioneros de las noticias, entrevistas, reportajes y demás trabajos periodísticos en el país, La estrategia de parte del gobierno fue no otorgarle a muchos las divisas para poder importar el papel, quedando estos con las reservas. Esto ha sido un golpe muy duro para los dueños de estos medios, y sus trabajadores encargados de dar vida a esos complejos. Uno de los más afectados por esta situación que parece no tener solución es el diario del centro, mejor conocido como El Carabobeño, que con una historia de más de 80 años, su formato estándar pasó a tabloide, recortando la cantidad de texto que antes se usaba, y sacando de circulación su suplemento para niños. 

Al verse el comunicador -hablando en general, no solo como periodista- envuelto en una penuria por lo que está pasando, y arropado de coraje y ansiedad de no poder solucionar nada con un solo chasquido, solo le ha quedado manifestar su descontento hacía un gobierno insensible y corrupto. Solo de imaginar que pueda llegar el día en que el papel sea solo un recuerdo feliz y depresivo, la sociedad amante de leer en hoja y no en pantalla, sentirá que le fue arrebatada una parte esencial de su existir, y el comunicador al ver  que esa sociedad que lo ha seguido contra cualquier obstáculo, lo invadirá la tristeza y la ira de no continuar cumpliendo su trabajo. Comprendiendo así de esta manera, que la sociedad vive del papel como el periodista vive de los dos. Ninguno puede estar sin el otro, habiendo si quiera otras vías de transmitir el mensaje, no se puede separar deliberadamente a los dos. El comunicador con su astucia, agilidad, apasionado de estar informado y de informar, debe hallar la dirección correcta e idear un plan efectivo para que la verdad jamás se vea coartada ni tergiversada por aquellos que se creen superiores.

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