Las clases vistas como un suplicio

El ser humano de por sí, es un animal con el interés de aprender todo lo que lo rodea: su misma especie y los inventos de la misma. Aprender es algo tan necesario como comer, porque a través del aprendizaje nos llenamos de conocimientos puros y valiosos, conocimientos que en cualquier momento de nuestra vida utilizaremos y lograremos que los demás aprendan de nosotros, y a la vez nosotros aprender de ellos. Sin embargo, (y me incluyo), algo nos limita a aprender algunas cosas que nos serían sumamente necesarias. 

Muchos tenemos esa mala costumbre de quedarnos con la duda en vez de resolverla, no entiendo por qué, será por miedo a sentirse ignorante, o miedo a que tu duda no quede claro, algo pasa en nuestra mente que se frena a la hora de preguntar. Por eso las clases son el mejor método para aprender, y tener una buena relación profesor-alumno (aunque nunca falta el profesor malo). Pero ese medio óptimo y bonito, lo vemos como un suplicio, un momento incómodo, un lugar que para muchos sirve como habitación para dormir o echar cuentos.

¿Por qué razón un salón de clases tiene que verse como lo peor que se pudo haber inventado? ¿qué hace en nosotros ver las clases a veces como algo aburrido y obligatorio? Estas interrogantes en mi consideración sirven para un debate largo y profundo. Primero hay que simplificar las características que componen un salón de clases, y la dinámica que hay en el.

Tenemos al profesor o maestro (como gusten llamarle), o también nuestro segundo(a) padre o madre quien nos brindará hasta donde pueda, todos sus conocimientos y experiencias que ha adquirido (aún sigue aprendiendo).Ésta persona puede ser tan buena como mala, o tan graciosa como aburrida. Siempre tocan los dos polos, pero gana por K.O el profesor bueno y gracioso, y si es bonito mejor para las mujeres, y si es bochinchero mejor para los hombres. Hay el profesor malo y gracioso, aunque éste no ayuda porque opta por dar algo por debajo de la mesa. Y esta el profesor aburrido y bueno, que a pesar que sus clases son tediosas, nos portan lo que queremos saber.

Y ahora están nosotros los alumnos, quienes somos extremadamente difíciles a la hora de mantener la calma y respetar a los demás mientras intervienen. Dentro de nosotros hay de todo tipo de estudiantes: los buenos, los regulares, los malos y los que no saben que hacer con sus vidas. Estos buenos siempre ven las clases sin pestañear y algo maravilloso, eso me parece muy bien, pero a veces se pasan de la raya por enfrascarse solamente en los estudios; los regulares (entro en esta categoría), somos los que tenemos altibajos, los que a veces tenemos miedo de intervenir, de entregar trabajos a medias, y de ser un poco chistosos durante la clase, nuestro promedio puede variar cada semestre; los malos que desafortunadamente les cuesta agarrar el ritmo de la clase, la explicación por parte del profesor y siempre queriendo vivir de lo demás para poder llegar a su casa y decir que paso con buena nota; y bueno, están los que no saben qué hacer con su vida porque de verdad no saben qué hacer, si algo productivo o ver que hacen los demás.

Dependiendo de esas características, podemos encontrar un salón de clases entretenido o con ganas de regresarse a casa. Pero los que piensan igual que yo, donde vemos un lugar para ser alguien en vez de un suplicio, debemos verlo como el segundo hogar que nos dará la educación adecuada para nuestro prometedor futuro, En este sentido, las clases son la mejor herramienta para nuestro aprendizaje y decir más adelante que gracias a ellas somos lo que somos y no nos lamentamos de ello. 

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